miércoles, 30 de marzo de 2011

Un golpe bajo

En la facultad de medicina de la universidad, yo hacía parte de un consultorio médico muy particular: a cada paciente lo atendíamos un médico, una trabajadora social y un abogado . En una ocasión que teníamos muchos pacientes, mis dos compañeros salieron a almorzar, y yo , el abogado, me quedé con un estudiante (practicante), pero no cerré el consultorio si no que tomé la decisión de atender a un paciente, para que no tuviera que esperar.

No pensé que necesitara al médico, pues el objetivo del consultorio no era dar asesoría clínica si no de agilizar las atenciones médicas que tenía pendientes. El paciente en cuestión, dijo que padecía de varicocele y que tenía pendiente una varicocelectomía, pero ni yo ni el estudiante sabíamos de qué se trataba la enfermedad ni el tratamiento, y lo peor era que no podíamos confesárselo al paciente para no crearle desconfianzas con el consultorio. Decidí entonces leer la historia clínica con la esperanza de ir comprendiendo el problema médico, pero por más que intentaba, no logré descifrar nada, y se me notaba el nerviosismo. ¿Estoy muy mal, doctor? Me preguntaba el paciente…entonces me vi obligado a revelar al paciente la situación, pero con “mucha sutileza”, y le dije:
-Con todo el respeto le confieso que yo soy doctor, pero del “derecho”.
-Lo entiendo doctor…y ya sé que su preocupación es porque no puede hacer nada; pues el derecho lo tengo bien, y la enfermedad la tengo en el testículo izquierdo.

(entonces comprendimos e inmediatamente estallamos en risa que no pudimos contener…aún hoy.)

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